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Partos y Cesáreas

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PARTOS Y CESAREAS

En primer lugar, a diferencia del parto vaginal, la cesárea es una operación quirúrgica que dura entre 20 y 30 minutos, y que, si se programa, no debe ser antes de las 39 semanas (a menos que existan condiciones de riesgo).

Seguidamente, os enumeramos las principales diferencias entre un parto vaginal y una cesárea en cuanto al dolor, la experiencia de la mamá y del bebé, y su relación con la relación.

Diferencias entre parto vaginal y cesárea

En cuanto al dolor. Con la operación quirúrgica, a diferencia del parto vaginal, la dilatación no se produce y el dolor no está presente. En general, se efectúa con anestesia espinal, que, en pocos minutos, provoca un bloqueo tanto sensorial como motor de la zona que va desde 10 cm por encima del ombligo a las extremidades inferiores, si bien permite mantenerse despierta. El efecto de la anestesia dura entre una hora y una hora y media, y es necesario introducir a la mamá un catéter vesical, porque no se advierte el estímulo de la orina. En las 24-48 horas posteriores, el dolor todavía se controla con analgésicos y antiinflamatorios por vía endovenosa.

En cuanto al dolor. Con la operación quirúrgica, a diferencia del parto vaginal, la dilatación no se produce y el dolor no está presente. En general, se efectúa con anestesia espinal, que, en pocos minutos, provoca un bloqueo tanto sensorial como motor de la zona que va desde 10 cm por encima del ombligo a las extremidades inferiores, si bien permite mantenerse despierta. El efecto de la anestesia dura entre una hora y una hora y media, y es necesario introducir a la mamá un catéter vesical, porque no se advierte el estímulo de la orina. En las 24-48 horas posteriores, el dolor todavía se controla con analgésicos y antiinflamatorios por vía endovenosa.

La experiencia por parte del bebé. Ver la luz en un quirófano es como despertarse de repente. El paso del templado y oscuro líquido amniótico al frío y a la luz quirúrgica se produce de forma brusca, y la adaptación a la vida extrauterina es más traumática con la cesárea, tanto que se ha comprobado que el nacimiento sin trabajo de parto expone a un riesgo de estrés respiratorio tres veces superior respecto a los bebés que nacen por parto vaginal (porque los pulmones se preparan para respirar al pasar por el canal del parto).

La recuperación. La cesárea no provoca lesiones en el periné, cosa que sí puede suceder en un parto vaginal, pero comporta una cicatriz de 10-12 cm por encima del pubis, justo debajo de la línea del biquini. Para extraer al niño, el ginecólogo procede cortando la piel; a continuación, las franjas musculares y, por último, el útero. Se trata de una intervención quirúrgica en toda regla, a la que le sigue lo que debe considerarse una convalecencia a todos los efectos. Durante varios días, la herida “tira” y duele, sobre todo, a la hora de agacharse y levantarse, además de la consiguiente pérdida de tono de los abdominales.

La lactancia. Con la cesárea, a diferencia del parto vaginal, el recién nacido se suele confiar al papá, pues la mamá debe terminar la intervención y verá al niño al regresar a la habitación. Todavía se encuentra bajo el efecto de la anestesia espinal y de los demás fármacos (antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos), tiene la vía en el brazo y la sonda para hacer pipí. Además, no puede comer en varias horas y no disfruta del efecto beneficioso de las endorfinas naturales y del resto de hormonas activadas por la dilatación. Por lo tanto, no se trata de la mejor forma de iniciar la lactancia, pero es importante que tenga al bebé a su lado (rooming in) y que reciba ayuda por parte de la familia y de las matronas para ponerle al pecho lo antes posible.